… pero no soy negativa”. Así de tajante y de convencida le decía una joven a su amiga, de camino a la Facultad, en el autobús de primera hora de la tarde de ayer.
 
Desde luego, si hay dos sitios claves para tomar el pulso real a los pensamientos, creencias y sentires de la gente es en el bus, metro y Centros de salud o atención primaria. Si en vez de ir en coches oficiales y encerrarse en despachos insonorizados, nuestros dirigentes se diesen una vueltecita por ellos, estoy segura de que no haría falta tanta manifestación-protesta “para que se enteren”: les quedaría super claro y los afectados y enfadados, o sea, nosotros mismos, no nos perjudicaríamos, encima, con retrasos, incomodidades, agresividad… que a ellos, por lo que parece, como que ni les va ni les viene.
 

Volviendo a la frase de la chica, me hizo pensar que la “mala suerte” está, socialmente, mejor vista que la “negatividad”. Hoy día lo guay es ser positivo, como si de moda se tratara y no de actitud personal, y, seguimos, a estas alturas, sin enterarnos de la misa la mitad.

Ignoramos que al igual que existen leyes naturales que rigen la vida física, nuestras experiencias y resultados obedecen también a unas leyes o principios universales y la buena o mala suerte no figura entre ellos.
 
Aunque no conozcamos las causas de todos los hechos y acontecimientos que experimentemos en nuestras vidas y, por supuesto, no siempre dependan directamente de nuestras decisiones y comportamientos individuales, son efectos, resultados de unas causas físicas, mentales, emocionales que los preceden. Tan verdad como que si plantamos tomates no recogeremos lechugas o que para recibir, siempre antes, hay que dar.
 
Ser pesimista, ir por la vida con unas gafas negras con las que todo lo vemos inseguro, escaso, imposible, difícil, malo, muy, muy negro, es una decisión personal, una actitud ante la vida, con independencia de los hechos y acontecimientos externos y por mucho que los mismos puedan influirnos a la hora de elegir las gafas. Indudablemente, influir, influyen, pero decidir es cuestión de cada cual. De eso trata nuestra libertad y poder creativo.
 
Cuesta mucho mas trabajo ser optimista, ir contracorriente de lo que nos dicen los sentidos físicos y todo a nuestro alrededor, buscando todo lo que tenga aunque sea una pizca de bueno, amable, agradable, solidario, generoso, cariñoso y humano para resaltarlo, comentarlo y potenciarlo, a fin de que se produzcan los resultados deseados.
 
Es más que probable que con esta actitud, nos regalen adjetivos calificativos de ilusos, locos, grillados y “como una cabra” y nos los cuelguen en la espalda, como los muñequitos del Día de los Inocentes.
 
Desde luego que no es fácil, pero merece la pena. Los resultados, con independencia de lo que pase o deje de pasar, serán encontrarnos más alegres, motivados, de buen humor, serviciales y realizados.
 
Al final, puede que hasta ¡tengamos buena suerte!!
 
 
Ana Novo
La Comadrona Espiritual ®