Esta tarde hemos vuelto de Calcuta via Doha, donde hemos estado desde el pasado jueves visitando el programa Colores de Calcuta de Fundación Ananta. Uno de los integrantes del grupo de 18 personas, Jesús Vázquez, ha perdido la conexión en Doha por despistarse tres minutos… Esta noche podrá tomar otro avión de vuelta. Entretanto, desde Doha nos ha enviado esta primera crónica sobre el viaje, que compartimos ahora, recién llegados a España.
Termina un viaje, empieza una larga travesía
Mientras espero a que despegue mi vuelo – y confiando en que no lo pierda esta vez – afloran en mi mente decenas de imágenes de mi viaje a Calcuta. Será imposible olvidar esas miradas, esas manos, esos sonidos, esas sonrisas. Mientras el cielo qatarí de Doha acoge mi espera, intento organizar los recuerdos que mi memoria ha conseguido retener y los repaso uno por uno, como si fueran páginas de un libro que aún huele a tinta fresca. Cuando tienes por delante más de doce horas de espera el tiempo adquiere una dimensión física y se convierte en un compañero que comparte tu silencio. Mientras escribo me doy cuenta de que las palabras pueden ser útiles para transmitir conocimiento pero son insuficientes para describir esos espacios a los que sólo accede el alma. Mi viaje a Calcuta ahora se encuentra en uno de esos espacios, reposando paciente para ser depurado, revisado y digerido.
Agradezco a mi hermano Ignacio su inmensa generosidad por regalarme este viaje, a Joaquín y a José Luis su infinita bondad y por demostrarme que los sueños, cuando sueñas con el corazón, se convierten siempre en realidad; a Begoña, por esas conversaciones entre cervezas tan grandes como su corazón; a María, por ser mi ángel de la guarda, y a Antonio por ser el faro que ilumina tantas almas. También quiero agradecer a mis compañeros de viaje todos los momentos compartidos: Jaime, Mari Carmen, Chester, las dos Olgas, Delia, Carlos, Alicia, Óscar, Urbano, Lorena, Begoña y Fernando, a los que ya me siento unido para siempre. Gracias, amigos, por ser cómo sois; el mundo es mejor porque existís vosotros.
El viaje a Calcuta es un viaje sin centros comerciales y sin espectáculos. Es un viaje puro, sencillo y sincero, un viaje directo a los rincones más profundos del alma, un viaje que te recuerda que el ser humano es mucho más que una estadística.
Cuando visitas los centros que Fundación Ananta promueve en Calcuta – su centro médico, su guardería, su casa de acogida para niñas, su taller de mujeres artesanas – eres consciente de la importancia de su labor y ves en la sonrisa de esas niñas el futuro de toda la humanidad, un futuro lleno de esperanza y donde la dignidad es la única bandera. Un futuro que inevitablemente se abrirá paso porque la alegría y la magia de unos pocos un día acabará siendo más fuerte que la resignación de la mayoría. Por eso es tan importante la labor que Fundación Ananta está desarrollando en Calcuta, porque el futuro de esas niñas es en realidad el futuro de todos.
Van pasando las horas y se acerca la hora de regresar a Madrid. Mientras veo desfilar ante mí a decenas de personas de todas las razas y culturas, empiezo a pensar que no fue casualidad que perdiera ese avión. Quizás el destino quiso que escribiera este texto. Aquí y ahora.