Tener conciencia de presente, de aquí y ahora, prestando atención a sentir la fuerza de la gravedad simplemente, restablece la salud; y la salud es un equilibrio y un bienestar infinitamente más amplio que la mera ausencia de enfermedad. El terapeuta sólo puede depurar los impedimentos de ese equilibrio al que la naturaleza tiende espontáneamente, y el paciente debe asumir la responsabilidad de su salud.

Así lo explica Víctor de la Fuente, con un total de veinte años de experiencia en su consulta, en la que aplica osteopatía, kinesiología y fitoterapia, entre otras técnicas, además de toda la filosofía de la medicina tradicional china, disciplinas que incorporó paulatinamente a su primera formación, como fisioterapeuta.

Fundación Ananta: ¿Qué es la salud?
Víctor de la Fuente: De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), la salud es el estado de equilibrio y bienestar físico, psíquico y mental. Me parece, pues, bastante acertado. La salud no es sólo la ausencia de enfermedad, ni la ausencia de un diagnóstico, sino algo mucho más amplio.

FA: ¿Qué representa que siga vigente el “juramento hipocrático” en el colectivo médico?
VF: En la antigua Grecia, había ya una idea muy acertada de lo que era la salud. Hipócrates (S.V a C – S.IV a C) decía que el terapeuta tiene que aplicar no sólo su conocimiento y su experiencia, sino también su intuición. Los tres parámetros, conocimiento, experiencia e intuición, tienen igual importancia. Hoy día no se cree que haya que tener en cuenta la intuición. Pensamos que sólo existe aquello que aparece en las diversas pruebas y no tenemos en cuenta los otros parámetros.

FA: ¿Es realmente importante la intuición en un terapeuta?
VF: Absolutamente sí. Y no se trata de las ocurrencias que uno tiene; para que la intuición sea una parte importante de este proceso, es necesario que el terapeuta se sitúe en el presente, en la conciencia de vivir el momento, y que no tenga ninguna expectativa ni apego por nada. Cuando ocurre en esas condiciones, lo que el terapeuta percibe no son ocurrencias ni imaginaciones, sino intuición.

FA: ¿Dices que no debe de haber ninguna expectativa? ¿ni siquiera de curar?
VF: La función del terapeuta es quitar los impedimentos de los mecanismos que la propia naturaleza tiene para sanarse. Se trata de eliminar esas trabas, no de cambiar al paciente ni invadir su “yo”. Es la única posibilidad que tenemos.

FA: ¿La salud es lo natural, entonces?
VF: Efectivamente, el organismo tiene una capacidad innata para tender hacia la salud. Pero muchos sistemas sanitarios han entorpecido esa capacidad natural. Si al organismo le secuestramos esa capacidad estamos perdidos, porque la salud va a pasar a ser una cuestión ajena a nosotros. Médicos, psicólogos, enfermeros, fisioterapeutas, etc,… sólo pueden prestar ayuda, pero el compromiso personal con la salud es de la propia persona.

FA: Detectas algún cambio en la sociedad hacia ese nuevo concepto de salud?
VF: Creo que se está produciendo un cambio, de momento muy sutil, por el que cada vez hay más gente consciente de que su salud depende más de su manera de vivir, del aire que respira, de su forma de pensar, del cuidado, del contexto donde vive… que del hecho de que desde fuera se le den fármacos, medicamentos o directrices.

Desde fuera se pueden dar consejos, se puede orientar, pero simplemente es una ayuda. Sin embargo, el sistema alopático, en parte, nos ha hecho creer que nuestra salud depende de algo de fuera, de los fármacos, de los tratamientos hospitalarios o de lo que sea. Otra cosa es que, a veces, esas ayudas de fuera sean necesarias, e importantísimas, pero hay que verlas como ayudas, no como algo básico que nos vaya a dar la salud.

FA: ¿Tienes alguna recomendación que sea universal para ganar salud?
VF: Si tuviese que hablar de hábitos universales y que tienen que ver con el funcionamiento fisiológico, diría en primer lugar el de mantener la consciencia del presente, porque esto nos conecta, por un lado a la tierra y por otro, al cielo. A partir de ahí, por sí mismo y con pequeñas ayudas, se podría restablecer la salud.

FA: ¿Podrías concretar una dinámica para mantener esa consciencia?
VF: Yo entiendo que el elemento clave para esa consciencia es sentir la gravedad de la Tierra, ser conscientes de la atracción que la Tierra ejerce sobre nosotros, que poquísimas veces lo somos. Para conseguir esto, caben todas las opciones: uno puede conseguirlo meditando; otro, paseando por el monte; otro, fregando… cada uno llega a saber cómo alcanzar esa consciencia del presente. La sola circunstancia de ser capaces de sentir la gravedad, haría que nuestra salud empezase a mejorar automáticamente.

FA: Lo que propones es compatible con cualquier tratamiento…
VF: Si, uno puede necesitar la asistencia en un hospital o un tratamiento médico, pero la clave es vivir esa consciencia del presente, que es lo único que da sentido en cada momento. Nuestra mente nos hace pensar en el pasado o en el futuro, pero en realidad nada de eso existe. Todo lo que sea alejarnos de vivir el presente o dejar de sentir la gravedad es enfermar.

Es algo que no tiene que ver con ninguna religión, sistema político ni con la cultura oriental ni con la occidental. No hay técnicas buenas ni malas: uno puede practicar tai-chi, meditar, pasear o rezar el rosario…Todo está bien si nos ayuda a vivir esa consciencia del presente y, si no, no sirve. En cualquier enfermedad, estas prácticas traerían consigo cambios drásticos.

FA: ¿El amor cura?
VF: La primera consecuencia de lo que hemos dicho es el amor. El amor es lo único que cura. En mi opinión, no se puede manifestar ni sentir amor si uno no está en ese sentir la gravedad. Hemos oído hablar tanto del amor, que si preguntamos a la gente qué es el amor, cada cual diría algo distinto… Pero el amor está muy por encima de todo eso. Y sin embargo, si a la gente le dices que sienta la gravedad, es algo que entiende.

Si estuviéramos siempre sintiendo la gravedad y en esa consciencia del presente estaríamos siempre amando, porque estaríamos por entero en cada momento, y eso hace amar aquello en lo que se está. Y no estaríamos condicionados por el pasado ni angustiados con el futuro.

Perder esa consciencia nos hace prisioneros de nuestra mente, tanto de los remordimientos del pasado como de las angustias del futuro, que tristemente es en lo que se basa la sociedad, que nos hace agobiarnos por el futuro.

FA: ¿Quieres decir que no hay que preocuparse por el futuro?
VF: Yo no quiero decir que no debamos ocuparnos del futuro. Por ejemplo, de que todos los meses tengamos que pagar la hipoteca; pero una cosa es ocuparnos de la hipoteca y otra, poner en ello nuestro nivel de consciencia, que es la diferencia fundamental. Si fuésemos capaces de no perder esa consciencia del presente o el sentir de la gravedad, nos ocuparíamos mejor de nuestros compromisos futuros.

FA: ¿Está pendiente una revolución en el colectivo sanitario?
VF: Creo que sí. La cuestión clave para mí es que la persona tiene que recuperar
el hecho de sentir que es la única artífice de su salud. Nadie cuestiona la importancia de los conocimientos y la tecnología que hoy día tenemos, pero no se puede secuestrar la capacidad innata que todo ser humano tiene de curación.

FA: ¿Qué técnicas de las que conoces prefieres aplicar en cada caso?
VF: Aplico un compendio de algunas: kinesiología, osteopatía, fitoterapia… pero de donde más he aprendido ha sido de la medicina tradicional china y del concepto que la medicina tradicional china tiene de la salud. No hay dos pacientes iguales; aunque dos personas presenten un mismo síntoma, no se pueden curar del mismo modo. Uno de los inconvenientes que yo veo en la alopatía es que un mismo síntoma en diferentes personas se aborda de la misma forma, sin tener en cuenta otras particularidades.

FA: ¿Te gusta más hablar de medicinas complementarias que alternativas?
VF: En mi opinión, ninguno de los dos nombres es adecuado. Si hablamos de medicinas alternativas, tendríamos que preguntarnos “¿alternativas a qué?”. Muchas personas utilizan estas medicinas como única forma de mejorar su salud. Respecto al nombre de complementarias, la cuestión es también parecida. En muchos casos, depende del contexto cultural. Lo que en algún lugar del planeta consideramos alternativo o complementario, en otro lugar es la única forma que existe o que tiene la gente de poder acceder al estado de salud. Si para nosotros la acupuntura es algo alternativo, en otro lugar del mundo puede ser la única opción que se tiene de ayuda para mejorar el estado de salud.

FA: ¿Cómo podríamos conseguir que la industria farmacéutica investigara hacia la curación real?
VF: Además de que los efectos secundarios de los medicamentos son bastante conocidos, otro aspecto importante es que las investigaciones están subvencionadas en su mayoría por la industria farmacéutica. Habría que preguntarse si estos dos aspectos favorecen el que el paciente pueda conseguir la curación real. En mi opinión, el objetivo de todo terapeuta es que su actuación como tal sea innecesaria porque el paciente ya no necesita la interferencia de nadie para conseguir su estado de salud. Sin embargo, es muy habitual oír expresiones como: “esto lo tiene que tomar usted ya para toda la vida”.

FA: Y en el otro extremo, ¿Cómo ves la sanación llamada espiritual?
VF: La veo como una herramienta más, ni mejor ni peor. En muchos casos puede ser imprescindible y con unos resultados fabulosos y en otros, no tanto. Para mí, la clave está en quién la aplique y en qué momento y de qué forma. Es posible que una misma persona, en distintas etapas, necesite distintas terapias…

FA: ¿Somos lo que comemos? ¿Defiendes alguna pauta aconsejable para todos?
VF: Personalmente, yo no insistiría tanto en el tipo de alimentación que comemos como en su calidad. El énfasis lo deberíamos poner en conseguir unos alimentos libres de pesticidas, herbicidas, tratamientos hormonales, etc. Y hoy, esta calidad no existe. El objetivo de todos los elementos que forman la cadena alimentaria debería ser conseguir la máxima calidad, no la máxima rentabilidad. En muchos de los análisis clínicos que hoy día existen, aparecen elementos tóxicos relacionados con los alimentos que comemos.

FA: ¿Es siempre la enfermedad una oportunidad?
VF: Siempre, siempre, siempre, la enfermedad es una oportunidad de rectificar algo que en algún nivel o en algún aspecto estamos haciendo mal. Por eso es muy grave eliminar el síntoma sin acceder a saber qué causas, problemas o circunstancias lo están provocando. Si no aprovechamos la oportunidad, la enfermedad sigue el proceso, cada vez más grave, porque no hemos atendido esa primera señal de alarma. Entonces viene una alarma cada vez más grave y llega un momento en que el proceso es irreversible.

FA: No estamos acostumbrados a ese concepto…
VF: Lo malo es que el diagnóstico se vive como una puerta hacia la enfermedad. A partir del momento en que nos dan unos resultados, nos mentalizamos de que estamos enfermos, en lugar de pensar que tenemos que mejorar aspectos que están relacionados con la enfermedad.

FA: ¿Puedes poner un ejemplo?
VF: Si tengo un dolor de espalda y tomo un analgésico, ¿qué soluciono? El dolor puede ser una señal de alarma sobre un posible mal hábito corporal, o de un problema referido a otra parte del cuerpo… y es aquí donde debemos buscar las soluciones. Si enmascaro los síntomas, consigo que la enfermedad se afiance.

La medicación puede ser a veces una ayuda, pero la curación nunca puede estar asociada sólo a eso.

FA: ¿Podemos tener salud hasta el último momento?
VF: En toda persona está la posibilidad de conseguir la salud, incluso en situaciones que podríamos catalogar de terminales. En los casos en los que ya es muy difícil que el proceso de la enfermedad revierta, está también latente la posibilidad de la sanación. Las situaciones terminales son parte de un proceso mucho más global de salud, aunque la primera manifestación o el primer juicio de valor sea “esta persona ya no puede conseguir la salud”. Pero el equilibrio y el bienestar pueden ser perfectamente compatibles con un estado terminal.

Eso nos llevaría a otra cuestión inmediata: ¿es la estructura física lo esencial de la persona? Mi opinión es que no, que el cuerpo físico que tenemos es una mera manifestación de otros niveles que tiene el ser humano. Detrás de este cuerpo físico estaría el individuo; el cuerpo físico, tarde o temprano desaparece, así que no podemos poner en él nuestro objetivo último de salud. Cuando desaparecen los cuerpos físico y etérico, permanecen los cuerpos causal y astral, así que un deterioro de la parte material de la persona es simplemente una etapa en el proceso de evolución.

FA: ¿Has intuido alguna vez la sensación de morir?
VF: En un incendio ocurrido en el edificio donde trabajo y debido a la duración del fuego, tuve que permanecer durante casi una hora, en unas circunstancias críticas y, debido a la inhalación de humos, en una situación cercana a la muerte. De alguna manera la percibí. En contra de lo que había imaginado, la sensación fue de algo acogedor, tranquilizador y en absoluto angustioso. Con todo aquello vi aún más clara la necesidad de vivir el presente, de la importancia de esa consciencia y de la relación que esto tiene con nuestra salud.

Fundación Ananta