No termino de comprender cuando se dice, no sin cierta vanagloria, que nuestra generación, tras el franquismo, abrió caminos y rompió muchos tabúes… Podríamos haber roto otras cosas, podríamos haber arremetido contra otros escudos… Podríamos haber abrazado el bebé que pretendería encaramarse, podríamos haber respetado la vida. Hay tabúes que no se deberían nunca quebrar, por ejemplo aquel que sella y protege la criatura que anhela manifestarse también en el escenario de la vida física. Aún está por ver hasta dónde llegaba la supuesta liberación en aquella rotunda exaltación de lo profano.
Hay temas que particularmente nos espolean a indagar en la sabiduría divina. El debate sobre el aborto debería abandonar la arena política. Los intereses partidarios desenfocan la justa mirada. La ternura debida no tiene color, no está afiliada a ninguna formación en particular. Mientras no descubramos qué, quiénes éramos, qué hacíamos antes de entrar en el vientre de la madre…; mientras no cobremos noción de la intensa planificación al otro lado del velo de nuestras futuras vidas físicas, de la inestimable ayuda que en ese sentido recibimos, no podremos enfocar debidamente el tema del aborto. En vez de hacer de la interrupción del embarazo otra arma política, en vez de tirarnos los trastos a la cabeza entre la derecha y la izquierda a propósito de tan delicada cuestión, podríamos disponernos a explorar el misterio de la vida humana.
El aborto y su debate nos presenta en realidad la acuciante invitación a arañar el arcano de un horizonte eterno. La ciencia divina, transmitida por los grandes Maestros e Iniciados, nos revela que la vida nunca se acabaría, que seríamos espíritus inmortales en constante desafío de crecimiento, que en esa cuasi eterna singladura vestiríamos diferentes vehículos, que si traemos cuerpos maltrechos es porque habríamos hecho libremente la opción de expiar una importante carga de errores pasados («karma»).
El tema del aborto está ahora en España a la orden del día en la calle, los medios y los foros políticos. En pleno debate social sobre la cuestión, nos debemos al canto de la vida, a aquella que sólo puede ser asumida en absoluta libertad. La vida es sagrada en cualquiera de sus formas, no porque lo proclamen los cardenales, ni las fuerzas más conservadoras, sino porque nos lo susurraría cuanto late a nuestro alrededor, cuanto respira en todos los Reinos. Quisiéramos humildemente defender la vida hoy, quienes ayer tan insensatamente la atacamos. Al mismo tiempo deseamos afirmar la necesidad de que prevalezca la libertad de la madre. Sólo desde la afirmación en la defensa de esa suprema libertad, podremos también defender las criaturas que ya llegan gateando desde las dimensiones de las almas.
Sin previo acercamiento a la ley de la encarnación, sin familiarizarnos con la ley de la causa y efecto, con la ley de la evolución…, no se podrá enfocar debidamente el debate social sobre el aborto y su legislación. Sólo desde el conocimiento y el convencimiento, la vida triunfará; sólo cuando la madre libremente asume la conciencia de la sacralidad de la criatura que alberga en su seno, la defiende por encima de cualquier circunstancia. Por ello, en vez de sugerir mermar esas libertades que la mujer, no sin enorme esfuerzo, ha recién conquistado, lo que será preciso es extender la percepción de lo sagrado. La conciencia de la sacralidad del feto es la mejor defensa de los nasciturus, no la sotana de los obispos, o la polémica legislación de Gallardón.
Por las cunas que en el pasado no agitamos, por los bebés que no abrazamos, por los cuentos de cuna que en las noches de luna ayer no relatamos…, trabajaremos hoy para la expansión de la conciencia de lo sagrado, para procurar el exquisito respeto de todo lo que aspira a ser. Ya están llegando… Se acercan silenciosamente por los túneles cada vez más iluminados del misterio. Trabajaremos para que todas las criaturas culminen su viaje, para que ningún bisturí las detenga, para que la falta de conocimiento no las ahogue, para que nada maravilloso se interrumpa…, pero la última palabra la tienen siempre las madres. Por ellas, por su valentía a la hora de traer a este difícil, pero apasionante escenario, nueva y bendita vida.
Koldo Aldai, 24 mayo 2013
* Más información sobre el aborto y la vida tras el velo en el libro de próxima aparición: “Muda canción de cuna”. Difusión gratuita por Internet. Peticiones para el envío en formato PDF a redaccion@portaldorado.com{jcomments on}