Y A MI QUÉ
Más de un maestro del buen vivir afirma que la calidad de nuestra vida depende de la calidad de las preguntas que nos hacemos.

Hoy traigo a reflexión una buena pregunta que popularizó la cantante Alaska, allá por los 80, y que se convirtió en símbolo de libertad y elección personal, con independencia de los prejuicios de los demás: ¿A quién le importa…?


No obstante, la retoco para ponerla en primera persona, ya que, verdaderamente, solo podemos dar respuestas personales: ¿Por qué y para qué me importa lo que los demás piensen y digan sobre mí?

El ser humano trae en los genes su necesidad de amar y ser amado por otros. El error, en el que se nos educa, es considerar que este amor es condicionado, de ahí que busque, desde que tiene uso de razón, complacer y conseguir el visto bueno de los demás.

Sin embargo, esta pretensión es un gran obstáculo para el desarrollo y crecimiento personal en cuanto pone su gran tesoro de la libertad personal de elegir su actitud en cada momento, la última de las libertades humanas según Víctor Frankl, en manos ajenas, que, para colmo, no son unánimes. Cada cual entiende la vida y sus reglas a su manera.

El enfado, el resentimiento, la queja y la culpa; infelicidad, al fin y al cabo, están servidos.

Recuerdo la siguiente historia como buena metáfora para hacernos consciente de la importancia de la cuestión y aprovechar para responder personalmente a la pregunta expuesta:

“Había una vez un anciano y un niño que viajaban con un burro de pueblo en pueblo. Puesto que el asno estaba viejo, llegaron a una aldea caminando junto al animal, en vez de montarse en él. Al pasar por la calle principal, un grupo de niños se rió de ellos, gritando:

-¡Mirad qué par de tontos! Tienen un burro y, en lugar de montarlo, van los dos andando a su lado. Por lo menos, el viejo podría subirse al burro.
Entonces el anciano se subió al burro y prosiguieron la marcha. Llegaron a otro pueblo y, al transitar entre las casas, algunas personas se llenaron de indignación cuando vieron al viejo sobre el burro y al niño caminando al lado. Entonces dijeron a viva voz:

-¡Parece mentira! ¡Qué desfachatez! El viejo sentado en el burro y el pobre niño caminando.

Al salir del pueblo, el anciano y el niño intercambiaron sus puestos. Siguieron haciendo camino hasta llegar a otra aldea. Cuando la gente los vio, exclamaron escandalizados:

-¡Esto es verdaderamente intolerable! ¿Han visto algo semejante? El muchacho montado en el burro y el pobre anciano caminando a su lado.

-¡Qué vergüenza!

Puestas así las cosas, el viejo y el niño compartieron el burro. El fiel jumento llevaba ahora el cuerpo de ambos sobre su lomo. Cruzaron junto a un grupo de campesinos y éstos comenzaron a vociferar:

-¡Sinvergüenzas! ¿Es que no tienen corazón? ¡Van a reventar al pobre animal!

Estando ya el burro exhausto, y siendo que aún faltaba mucho para llegar a destino, el anciano y el niño optaron entonces por cargar al flaco burro sobre sus hombros. De este modo llegaron al siguiente pueblo. La gente se apiñó alrededor de ellos. Entre las carcajadas, los pueblerinos se mofaban gritando:

-Nunca hemos visto gente tan boba. Tienen un burro y, en lugar de montarse sobre él, lo llevan a cuestas. ¡Esto sí que es bueno! ¡Qué par de tontos!

La gente jamás había visto algo tan ridículo y empezó a seguirlos.

Al llegar a un puente, el ruido de la multitud asustó al animal que empezó a forcejear hasta librarse de las ataduras. Tanto hizo que rodó por el puente y cayó en el río. Cuando se repuso, nadó hasta la orilla y fue a buscar refugio en los montes cercanos.

El anciano, triste, se dio cuenta de que, en su afán por quedar bien con todos, había actuado sin cordura y, lo que es peor, había perdido a su querido burro”.
Solamente lo que yo piense, hable, imagine y haga en mi vida tendrá consecuencias para mí.

Finalizo este artículo compartiendo un buen ejercicio, en 3 pasos, que me enseñó mi maestro Miguel Angel Romero, para asegurarnos bienestar mental, físico y emocional: 1.levanta tus hombros; 2. dite convencido (y mejor si es a viva voz) “¡y a mí qué!”; 3. suelta y deja caer tus hombros con una gran expiración.

¡Que bien me siento!

Ana Novo, 22 julio 2013
La Comadrona Espiritual ®
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