Es la pregunta estrella de la semana. Soy de Cádiz y vivo en Cádiz y ¡estamos en Carnaval! Con su proyección de fiesta “de interés turístico internacional”  no me cabe duda de que es conocido, en España, seguro y, como decimos los de aquí, “y en parte del extranjero”.

Confieso que no soy una buena promotora de estas fiestas ya que no me agradan, aún reconociendo la gracia, creatividad e ingenio tanto de los “profesionales” del Carnaval, como de la gente en general, en cuanto a las letras de los tangos, cuplés y pasodobles que se cantan, como por los coloridos y variopintos disfraces que se lucen.

No es mi intención ni alabar ni criticar esta fiesta. Mis reflexiones las centro en el tema de los disfraces y máscaras, protagonistas indiscutibles de la misma.

Es más que probable que existan sesudos estudios psicológicos y sociológicos al respecto: por qué se disfraza la gente, el origen de esta tradición, que conlleva elegir un disfraz u otro… Los desconozco. Lo que sí observo, al pasearme por mi ciudad, es que a la gente le gusta disfrazarse e ir en grupo, empezando por sus niños, que en verdad lucen graciosos; y que, en general, el disfraz y mejor si hace irreconocible a la persona, es el salvoconducto, durante estos días, para ser y hacer lo que ordinariamente, y sin disfraz, no se atreverían: beber, cantar, bailar, desinhibirse, lucir ridículo… Los adolescentes y jóvenes ya son otra cuestión y también, en general, la fiesta para ellos no es mas que un macro-botellón, sin espacio limitado y donde la libertad es sustituida por el libertinaje y el todo vale.

Cada vez que me han preguntado : y tú, ¿de que te disfrazas?, les respondo, “yo voy siempre disfrazada”, dicho en plan de broma. Sin embargo, en estos momentos, me doy cuenta de que no es ningún chiste y casi todos, por no ser no decir todos, aún cuando vestimos con ropas normales, vamos con portes serios y respetables y no infringimos las normas cívicas, estamos de continuo disfrazados y con máscaras que ocultan nuestra verdadera esencia y potencial:

las máscaras que aprendemos a llevar desde nuestro nacimiento para que nos quieran, para ser aprobados y aceptados, para ocultar nuestros miedos, limitaciones y vergüenza, para actuar como padres, hijos, pareja, vecino, empleado, usuario, jefe o autoridad, según el momento y circunstancias.

Así que se me ocurre la siguiente propuesta: ¿y si dedicásemos unos días al año (11 días dura el Carnaval en mi ciudad) a dejar nuestros disfraces y máscaras y ser quienes realmente somos y actuar en consecuencia? Solo unos días de autenticidad, amor, prosperidad, bienestar, solidaridad y felicidad de todos y para todos. A mente y corazón abiertos, niños, jóvenes y mayores, dejando brillar nuestra luz ante tanta oscuridad.

Las fiestas de mi ciudad empiezan con el Pregón de Carnaval. Para esta Fiesta de la Autenticidad, le pediría a Marianne Wilson que me prestase  “Deja brillar tu Luz”. Este sería El Pregón:

“Deja brillar tu luz. Lo que más miedo nos da no es ser incapaces. Lo que
más miedo nos da es ser poderosos más allá de toda medida.
Es nuestra luz, no nuestra oscuridad lo que más nos asusta.
¿Quién soy yo para ser una persona brillante, hermosa, dotada, fabulosa?
En realidad, ¿quién eres para no serlo?
Eres un hijo de Dios, y si juegas a empequeñecerte, con eso no sirves al mundo. Encogerte para que los que te rodean no se sientan inseguros no tiene nada de iluminado. Todos estamos hechos para brillar, como brillan los niños.
Nacimos para poner de manifiesto la gloria de Dios, que está dentro de nosotros. No sólo en algunos, sino en todos nosotros.
Y si dejamos brillar nuestra propia luz, inconscientemente daremos permiso a los demás para hacer lo mismo.
Al liberarnos de nuestro propio miedo, nuestra presencia, automáticamente liberará a los demás.”

Quítate las máscaras. Enseña y comparte tu esencia y poder.

Feliz Autenticidad.

Ana Novo
Autora de “Elige tu vida, ¡ahora!”
www.tunuevaoportunidadahora.com