«Cuando queráis meditar, no intentéis concentraros bruscamente, porque bloquearéis vuestro cerebro. Al pensamiento le gusta vagar y vagabundear, por eso debéis dejarle libre un momento. Ese aparato que es el cerebro, hay que ponerlo en marcha muy suavemente, exactamente como dejamos que se caliente el motor antes de poner en marcha un coche.
Poneros primero en un estado de paz, de armonía, después, suavemente, llevad vuestro pensamiento en la dirección que queréis que tome: poco después, estará a vuestra disposición y os obedecerá. Mientras que, si queréis dominarlo y amaestrarlo bruscamente, responderá, se encabritará e incluso os derribará. Hay que ser muy hábil, muy diplomático con nuestro pensamiento, lo que es difícil; pero cuando sabéis dominarlo, conseguís concentraros y hacer un trabajo tan poderoso, que ya no se detiene durante toda la jornada; sin que tengáis que intervenir más, continua en la misma dirección.»
Omraam Mikhaël Aïvanhov (1900-86), Pensamientos cotidianos, Editorial Prosveta. Imagen: Philosopher. Silence (1940), pintura de Nicholas Roerich